El hombre invisible by Wells H.G

El hombre invisible  by Wells H.G

autor:Wells, H.G.
La lengua: spa
Format: epub
editor: BPDigital,
publicado: 1896-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XVIII - EL HOMBRE INVISIBLE DUERME

Exhausto y herido como estaba, el hombre invisible rechazó la palabra que Kemp le daba, asegurándole que su libertad sería respetada en todo momento. Examinó las dos ventanas de la habitación, subió las persianas y abrió las hojas de las mismas para confirmar, como le había dicho Kemp, que podía escapar por ellas. Fuera, era una noche tranquila y la luna nueva se estaba poniendo en la colina. Después examinó las llaves del dormitorio y las dos puertas del armario para convencerse de la seguridad de su libertad. Y, por fin, se quedó satisfecho. Estuvo un rato de pie, al lado de la chimenea, y Kemp oyó como un bostezo.

—Siento mucho —empezó el hombre invisible— no poderte contar todo esta noche, pero estoy agotado. No cabe duda de lo grotesco del caso. ¡Es algo horrible! Pero, créeme, Kemp, es posible. Yo mismo he hecho el descubrimiento. En un principio quise guardar el secreto, pero me he dado cuenta de que no puedo. Necesito tener un socio. Y tú..., podemos hacer tantas cosas juntos... Pero mañana. Ahora Kemp, creo que, si no duermo un poco, me moriré.

Kemp, de pie en el centro de la habitación, se quedó mirando a toda aquella ropa sin cabeza.

—Imagino que ahora tendré que dejarte —dijo—. Es increíble. Otras tres cosas más como ésta, que cambien todo lo que yo creía, y me vuelvo completamente loco. Pero ¡esto es real! ¿Necesitas algo más de mí?

—Sólo que me des las buenas noches —le dijo Griffin.

—Buenas noches —dijo Kemp, mientras estrechaba una mano invisible. Después, se dirigió directamente a la puerta y la bata salió corriendo detrás de él.

—Escúchame bien —le dijo la bata—. No intentes poner ninguna traba y no intentes capturarme o, de lo contrario...

Kemp cambió de expresión.

—Creo que te he dado mi palabra —dijo.

Kemp cerró la puerta detrás de él con toda suavidad. Nada más hacerlo, echaron la llave. Después, mientras la expresión de asombro todavía podía leerse en el rostro de Kemp, se oyeron unos pasos rápidos, que se dirigieron al armario y también echó la llave. Kemp se dio una palmada en la frente: «¿Estaré soñando? ¿El mundo se ha vuelto loco o, por el contrario, yo me he vuelto loco?»

Acto seguido se echó a reír y puso una mano en la puerta cerrada: «¡Me han echado de mi dormitorio por algo completamente absurdo!», dijo.

Se acercó a la escalera y miró las puertas cerradas. « ¡Es un hecho! », dijo, tocándose con los dedos el cuello dolorido. «Un hecho innegable, pero...». Sacudió la cabeza sin esperanza alguna, se dio la vuelta y bajó las escaleras.

Kemp encendió la lámpara del comedor, sacó un puro y se puso a andar de un lado para otro por la habitación, haciendo gestos. De vez en cuando se ponía a discutir consigo mismo.

«¡Es invisible!

»¿Hay algo tan extraño como un animal invisible? En el mar, sí. ¡Hay miles, incluso millones! Todas las larvas, todos los seres microscópicos, las medusas. ¡En el mar hay muchas más cosas invisibles que visibles! Nunca se me había ocurrido.



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